Por
la lentitud con la que se están llevando a cabo las negociaciones, cabe pensar que
este invierno se ha establecido una tregua y han cesado los cortes de luz y de
agua y los desahucios; y que todas las mujeres víctimas de violencia de género
cuentan ya con una vivienda social que les permite dejar de malvivir bajo el
mismo techo que su agresor; y que no hay una sola familia sin un ingreso mínimo
de subsistencia; y que la lista de espera en los hospitales mengua y la
sanidad, en su conjunto, vuelve a ser universal. También imagino que todos los
despidos que se están produciendo en estos últimos meses quedan a la espera de
una nueva reforma laboral; y que un comité de expertos trabaja en la sombra y
sin descanso en la creación de una nueva ley educativa, para que entre en vigor
cuanto antes y los niños no sufran un curso más la anterior. Imagino,
igualmente, que los pensionistas recibirán con carácter retroactivo la subida
que se les vaticina; lo mismo que los trabajadores, en lo referente al salario
mínimo. Si no es así, cabe pensar que hemos sentado en el parlamento a una
panda de irresponsables, que disfruta jugando a la política sin entender que un
invierno sin calefacción es un mundo, y un día sin agua, una bomba capaz de
mermar para siempre la autoestima de cualquier persona; y cabría preguntarles
si sus divergencias resultan tan notorias como para permitir que una sola mujer
continúe compartiendo colchón con su verdugo hasta que las solventen.
En
los primeros días de enero, los dos únicos partidos con capacidad para
conformar gobierno: PSOE y Podemos, llevaron, por separado, al parlamento una
batería de propuestas con similitudes palmarias. Todas traspiraban emergencia;
en todas se presumía la rápida y necesaria actuación sobre un gran número de
ciudadanos en evidente exclusión social. ¿Es lícita la escenificación de
desencuentros, el transcurso de todos estos meses para al fin tenerlos sentados
en una misma mesa con una clara intención de llegar a acuerdos, a pesar del
desamparo en el que sigue la gente? ¿Cuándo deja la política de ser un juego y
pasa a tratar de reescribir la realidad?
(Artículo publicado en el Diario Jaén el 18/02/2016)