Se aproxima el primer aniversario del
papado de Francisco I y aún seguimos escudriñando cuánto hay de verdad y cuánto
de servilismo en sus mensajes. ¡Qué necedad! Llevamos vida y media proclamando
la necesidad de que la cabeza más visible de la Iglesia se deje de divinidades
y arrastre de una vez los pies por el suelo; y cuando por fin Lázaro se levanta
y comienza a caminar, el resto del mundo se para, olvida sus requerimientos y
se dedica a tratar de encontrar imperiosamente atisbos de ambigüedad o dobles
lenguajes en cada una de sus palabras.
De manera parecida atendemos las
resoluciones que van tomando los gobiernos. El italiano, tras el par de últimos
accidentes (¡tras los más de 500 muertos!), ha decidido reforzar su presencia
militar en la costa de Lampedusa. El español, da igual con qué partido en el
gobierno, cada poco eleva unos cuantos metros más la barrera que separa a
negros y blancos. Y la comunidad internacional, entretanto, aboga por ayudar
económicamente a sus países aliados, para que no corran ellos con todos los
gastos del muro y, sobre todo, porque no vaya a ser que tras salvar la verja o
cruzar el estrecho, el negro se piense que “ancha es Castilla” e intente traspasar
nuevas fronteras.
Mientras, nosotros nos indignamos lo
indecible; tanto que en ocasiones hasta le hablamos airosamente a la voz que
sale de los altavoces de la tele. Y hasta nos echamos las manos a la cabeza por
tamañas injusticias; y puede que hasta lloremos durante esos segundos trágicos
en los que comprendemos que los seres humanos que protagonizan esas desgracias son
idénticos a nosotros. Pero puede que también, acto seguido, vayamos a una
administración de lotería a comprar un décimo para el sorteo de navidad, un
décimo que nos ayude a soñar, a pesar de las infinitas probabilidades de que
esos 20 euros acaben en la basura. Y puede que, como en ese chiste de los dos
pobres que imaginan lo que harían si se encontraran un millón de euros en la
calle, cuando los unos a los otros nos preguntemos: “¿Y para los pobres cuánto?”
Todos respondamos: “’Pa’ los pobres ‘na’”.
No creo en Dios. Pero me encanta que su
lugarteniente sienta, cuanto menos, vergüenza.
(Artículo publicado en el Diario Jaén el 7 de noviembre del 2013)
Muy buena la última frase. Dicen que soy de derechas y tampoco creo en Dios, pero hace tiempo que aprendí a respetar la fe de los demás en él, si eso le ayuda a llevar la vida o la muerte... Otro tema es si cualquiera de cualquier religión, es un hipócrita por no cumplir los preceptos de su fe.
ResponderEliminarNo sé si este Papa quiere cambiar algo o habla para la galería, pero si sus comentarios remueven algunas conciencias aunque sea por un instante, será por mi bienvenido.
http://trotapoemas.blogspot.com.es/
Se le debería pedir y exigir más, dado el cargo que ocupa. Y, sobre todo, uno siempre espera más de una figura como esta: el Papa. Porque un leve gesto o un determinado mensaje inclina la visión de aquellos que le siguen,,, Y la justicia sólo tiene un camino. Pero como bien dices, antes que nada, mejor esto: que remuevan las conciencias aunque sea por un instante.
EliminarMil gracias por pasar y por expresar tu opinión.
Un abrazo.
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