Ahora, que aún tenemos casi seis meses
por delante para alimentar el olvido, se puede contar: los reyes magos no sólo
vienen de Oriente y no son sólo tres. Yo conozco a uno que vive en la Matea,
una pequeña aldea a pocos kilómetros de Santiago de la Espada. Ni Gaspar, ni
Melchor, ni Baltasar. Este rey se llama Raimundo. Y no viaja a lomos de un
camello, ni trasporta oro, incienso o mirra. Raimundo conduce una furgoneta
cargada de pan.
Durante estos meses de verano, o incluso
ya desde mayo, mes en el que los antiguos moradores de la sierra abandonan sus
actuales residencias (Orcera, La Puerta de Segura, Arroyo del Ojanco, Valencia,
Castellón, Cataluña…) y regresan a sus lugares de origen para poner en marcha
el hortal, no resulta raro ver a distintos recoveros, con verdaderos
hipermercados sobre cuatro ruedas, recorriendo las aldeas y las cortijadas
repartidas por el valle del río Madera. Entonces sí compensa el gasto de
gasolina y de tiempo; ya no es sólo un puñado de locos el que trata de
subsistir en esta tierra. Comprendo a estos vendedores ambulantes: el trabajo
se concibió para recibir un beneficio a cambio, y se antoja imposible que
puedan obtenerlo con tan escasa clientela.
Sabed que si algún día venís a cocinar
un arroz a cualquiera de las áreas recreativas esparcidas por esta zona del
parque (los Negros, la Morringa, la Toba) y se os olvida el arroz, la sal,
deberéis desandar camino durante casi una hora de coche, pues no existe una
sola tienda de ultramarinos.
Es en este punto cuando nuestro panadero
acopia importancia y todos los que duermen las noches de invierno en la sierra
le apartan el gorro de la cabeza para colocarle una corona…
Mediados de febrero. Nieva y arrea el
viento. Arranca otro martes con varios grados bajo cero. Hace días que apenas
pasan coches; días en los que acaso, y con suerte, te cruzas con algún vecino.
Otra vez te dices que el estado en el que se encuentra la carretera, con casi
un palmo de nieve, te dejará sin pan. Todavía así, te acercas hasta la plazuela
de la Venta Rampias; lugar de encuentro. Al rato, suena un claxon… Es Raimundo,
nuestro rey, que se abre paso para vender algunas docenas de panes y para
puntualizar que la vida, pese a todo, también puede ser maravillosa.
(La historia da para mucho más; el espacio que me prestan en el periódico, no)
Hola Andrés! soy Jose, hijo de Raimundo el que mencionas en tu texto (igual me conoces, de vez en cuando yo también me dejo caer con la furgoneta por esos lares). He llegado a leerlo de casualidad y te agradezco tus palabras! Es un placer poder leer un texto así! un salud!
ResponderEliminarHola, Jose:
EliminarEl placer es recibir cada martes a tu padre; y ahora también los sábados. Es un hombre que se hace de querer; una de esas personas de las que uno tiene la certeza de que supone un lujo haberte tropezado con ella en la vida.
Un abrazo!!
Eliminación de la tilde diacrítica en el adverbio solo y los pronombres demostrativos incluso en casos de posible ambigüedad
ResponderEliminarhttp://www.rae.es/rae/gestores/gespub000018.nsf/(voAnexos)/arch8100821B76809110C12571B80038BA4A/$File/CuestionesparaelFAQdeconsultas.htm#novOrto5
Ainsss esa ortografía!!!.
Totalmente de acuerdo y no solo Raimundo, toda la familia es estupenda.
Un saludo para todos ;)
Llevas toda la razón... Lo corregiré. Mil gracias.
ResponderEliminarUn saludo anónimo!!!
Lo bonito de tu historia es saber que trata de personas reales.
ResponderEliminarMil gracias.
EliminarSoy Emy Luna. Me ha encantado tu pequeño cuento. Conmovedor.
ResponderEliminarHola, Emy:
EliminarMil gracias. Yo ya le comentaba a Ramón que ando disfrutando de lo lindo con tus cuántos.
Un abrazo y muchas felicidades por ese último premio.