Hemos
creído que la democracia es otra forma de divinidad; un ser etéreo,
autosuficiente, perfecto, que no falla y que nos llegó por obra de un milagro.
Y hemos creído que dentro de la clase política que maneja los hilos de esta
diosa llamada democracia, hay algunos Judas; y en un acto de fe sin parangón,
hemos creído que basta con sustituir a esos Judas, cuando son cazados con las
manos en la masa, traicionándonos, sin variar un ápice las formas y maneras de
nuestra diosa democracia, dejando que toda la solución radique en la esperanza
de que el nuevo político que viene a ocupar el lugar del político corrupto se
comporte de manera más honrada. ¿Os imagináis a Dios actuando de la misma
manera, cambiando de Eva cada vez que la tentación la hubiera conducido a
probar el fruto del manzano prohibido? En apenas unos días Adán se habría
quedado sin costillas, Dios sin paciencia y el árbol sin manzanas. Y,
probablemente, si nos decidiéramos a buscar al culpable, éste no sería otro más
que Dios, porque, conociendo el paño, era responsabilidad suya comprobar que
entre las ramas no hubiera enredada ninguna serpiente.
Tenemos
políticos que llevan toda la vida ejerciendo como tales, acoplándose a la
perfección a los diferentes aparatos que, cada cierto tiempo, vienen a remodelar
el partido al que pertenecen. ¿Esto es factible, lógico, o sólo quiere decir
que mientras le presten un sillón asienten a cuánto les digan? Y tenemos un sistema
democrático que cede todo el poder al gobierno, a los políticos; que son los
encargados, por ejemplo, de elegir a los componentes de la más alta instancia
judicial, a los únicos jueces que pueden juzgarles a ellos. A cambio nos
otorgan la propiedad de votarles cada cuatro años, según el conjunto de
políticas que proponen; pero siempre sin desprenderse del saco del dinero,
sujetando fuerte la manija de los presupuestos, con escasos árbitros y sin más
fe que nuestro propio convencimiento de que ellos no son como Eva y Adán ni,
mucho menos, demonios disfrazados de corderos.
(Artículo publicado en el Diario Jaén el 6/11/14)
Andrés, siempre acertado, y no solo en el campo literario, sino también en el más farragoso que es la realidad. No se puede decir ni más alto ni más claro. Ahora solo queda que la gran mayoría abra bien los ojos y afinen mejor los oídos.
ResponderEliminarGracias, Angel, compañero... Queda abrir los ojos y reconstruir, sin creer que ni Podemos, ni quien sea, por sí mismos, son la solución... La solución está en nosotros, en reglar las cosas como adultos. Un abrazo, amigo.
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