Estoy
a favor de un referéndum vinculante en Cataluña. Y creo que aquellos que usan
la Constitución como parapeto para impedirlo, se comportan de manera
irresponsable, cobarde y necia; porque olvidan que el pueblo es siempre
soberano y muy capaz de reescribir sus leyes, si así lo quiere; y porque toda
su acción política se está limitando al cierre en banda y a permitir que pase
el tiempo, a pesar de ver que de ese modo sólo consiguen que las distancias y los discursos se agranden.
Por
tanto, la actitud de Podemos: colocando la consulta catalana como inexcusable
para llegar a cualquier clase de acuerdo de gobierno, me parece honesta,
valiente y responsable; porque al fin se aborda el problema, que lo es; y,
sobre todo, porque dicha formación política no pone en duda lo que pertenece al
pueblo: su capacidad de decidir y de construirse como sociedad.
Pero
reconozco que me faltan datos. Porque, si bien entiendo que el resto de
territorios nada tenemos que decir en lo que respecta a la soberanía catalana,
sí creo que debemos ser informados de en qué consiste la plurinacionalidad que
venden. Primero, porque no se le puede arrebatar al resto del estado su
capacidad de aceptación del nuevo estatus con el que Cataluña continuaría ligada
a España, en el caso de que así lo decidieran sus ciudadanos; y segundo, porque
pienso (igual me equivoco y peco de aventurero) que en el génesis de la mayoría
de votantes de Podemos se encuentran los principios de igualdad y solidaridad
entre territorios.
Pablo
Iglesias erró en el debate a cuatro de Atresmedia, cuando se refirió al 4 de
diciembre de 1977 en Andalucía. Pero no iba muy desencaminado; porque aquel día
no se produjo ningún referéndum aquí; entonces, como ahora, no nos dejaban.
Aquel día sólo ocurrió que la gente, los andaluces, salimos en masa a la calle,
reclamando los mismos derechos de autogobierno que ya le habían sido concedidos
a Euskadi y a Cataluña. Y ahora, que vamos aprendiendo que sonriendo sí se
puede, no sería imposible que esto mismo volviera a suceder. Claro que eso
siempre dependerá del grado de honestidad y coherencia de nuestros políticos.
Confiemos.