jueves, 27 de febrero de 2014

EN LA FRONTERA

Extraña la deslealtad hacia su ideario que los partidos políticos muestran frente a determinados temas, cuando se encuentran en el poder. El PSOE, la última vez que gobernó, con su Zapatero de buen talante y su política social y progresista, elevó de tres a seis metros la altura de la valla que separa a Ceuta y Melilla de Marruecos e introdujo las concertinas. Y lo hizo en aquel tiempo en el que los extranjeros contribuían a las bonanzas del estado, por aquello de regular el flujo, en aras de una fórmula exacta en la que, al parecer, el negro Y era directamente desproporcional al negro X. ¿Tendrán sus conciencias tranquilas? El PP, entretanto, preocupado por la deshumanización que sufrimos y aprovechando una abrumadora y desquiciante mayoría absoluta, se empecina en enseñarnos la desprotección en la que se hallan los fetos o la idoneidad de que el seno de una familia esté formado por un hombre y una mujer, mientras hace bueno a su adversario, reutilizando esas cuchillas que, por mera cuestión humanitaria, tuvieron que ser retiradas. ¿Habrá cielo para ellos?

Y lo peor es la mansedumbre con la que les escuchamos mascullar sus proclamas. Ahora a Rubalcaba and Company les toca agravar el gesto y enfatizar la matriz solidaria que vertebra a su partido, tomándonos por locos o desmemoriados; y al ministro de turno, el mismo que se postula ferozmente a favor de una política antiabortiva, defender las acciones contra natura que se están llevando a cabo en la frontera.

Al ver las imágenes de esos chicos (atléticos, como se entretenía en especificar el gobierno), sangrándoles los pies y las manos y con las ropas raídas, y, pese a todo, exultantes de felicidad, corriendo por las calles de Ceuta y Melilla, cuanto menos uno se siente inmoral al saber que parte de sus impuesto sirven para costear la infinidad de trabas que esos seres humanos han de sortear para alcanzar su tierra prometida. Y está bien, algo hay que hacer, porque posiblemente no sea viable una política de puertas abiertas. Pero quizá todo empiece por concederle valor a la honestidad y enterrar la hipocresía, y pensar que otra política siempre es posible… con otros políticos.  

(Artículo publicado en el Diario Jaén el 27/02/2014)