¿Qué
cosa será la que conduce, de manera generalizada, a desdecirse con tamaña
facilidad a nuestros políticos? ¿La propia política? ¿El poder? ¿La erótica del
poder? No hace mucho, Pedro Sánchez se paseaba por varios platós televisivos
proclamando su negativa a alcanzar cualquier clase de acuerdo con Podemos (los
populistas, los comunistas, los bolivarianos —les llamaba—); hoy sólo entiende
una España gobernada en coalición con ellos. ¿Y qué otra cosa será la que
empuja a estos mismos políticos a mostrarse tan olvidadizos o condescendientes
con sus adversarios? Recordemos que Sánchez llamó indecente a Rajoy, y Rajoy a
Sánchez ruin, Ruiz y miserable; todavía así, nuestro presidente en funciones
aboga por un gran pacto con el PSOE. ¿Pelillos a la mar? ¿Por qué? ¿Sentido de Estado?
¿Un sentido de Estado místico, religioso, heroico, más propio de un santo? ¿Otra
vez la política? ¿El poder? ¿La erótica del poder? Lo cierto es que cuesta lo
indecible presumir afable y práctico un consejo de ministros en el que se
sientan, codo con codo, un indecente y un miserable-ruin.
Estos
días, Francisco Camps, el expresidente de la Comunidad Valenciana, el de los
trajes, el de la trama Gürtel, el amigo de Correa y “El bigotes”, ha entrado a
valorar la nueva imagen del congreso. Él, precisamente él, no ha podido ser
otro. ¿Se puede ser más lerdo? ¿Quiere esto decir que cualquiera no solo puede
ser político, sino convertirse además en presidente de algo? ¿No hay en el
aparato de los partidos alguien que vigile las intervenciones de estos
personajes? Y si éste fue el presidente, ¿cómo eran sus secuaces?
Y
ahora lo más sorprendente: si de veras vivimos en un país democrático, que
escoge a sus representantes públicos mediante sufragio universal, ¿significa
que somos nosotros, con ese gesto tan nimio de la papeleta en la urna, un
domingo cada cuatro años, los culpables de aupar hasta la cúspide al embustero,
ruin, Ruiz y miserable; al indecente; y al lerdo? ¡Cómo nos gusta la parranda,
carajo! ¡Cómo nos gusta…! ¡Somos unos cachondos!
(Artículo publicado en el Diario Jaén el 21/01/2016)